“LA
MURALLA DE DIOS”
En la contraportada de este libro se lee lo
siguiente:
“La muralla de
Dios demuestra un profundo entendimiento de las complejidades sociales en
una narrativa distópica que desafía las normas y reflexiona sobre la opresión,
la resistencia y la búsqueda de la verdad, en un mundo ficticio, pero
impactantemente realista.”
Debo decir que estoy de acuerdo en que la
historia refleja un mundo distópico, o lo estuve al principio, ahora no estoy
tan segura de esa opinión. A pesar de que el mismo autor afirma que “es un mundo
ficticio”, hasta podría decir que esa frase puede llevar en sí misma una nota
de sarcasmo.
Imaginemos un país con un avance tecnológico
considerable y una sociedad avanzada (¡Oh, claro! No me había dado cuenta de
que esta podría perfectamente ser la parte ficticia de la historia), todo esto
enmarcado en un proceso electoral democrático, resaltando el hecho de que este
país no cuenta con ejército. Podría ser cualquier país de Latinoamérica,
claramente.
Este proceso electoral cuenta con la
particularidad de que es la cuarta vez que un candidato de tendencias religiosas
algo extremistas se presenta a las elecciones presidenciales. En las tres
ocasiones anteriores estuvo a punto de ganar las elecciones y espera que esta
cuarta vez sea la vencida, sin embargo no sucede y eso desata su furia.
Cabe destacar que aunque esta sociedad tiene
tecnología y oportunidades, sigue presentando brecha social. Existe un sector
de la población que no percibe esas oportunidades de la misma manera que los
demás, un sector vulnerable, tanto en educación como en economía. Tristemente,
son estas personas vulnerables el blanco más fácil que se ve atraído por las
promesas de un mundo mejor de este partido religioso, porque Dios les va a dar
el estado prometido. A esta parte de la población se suman las personas con carencias
emocionales y todo tipo de problemas personales que buscan validación,
esperanza y apoyo, cosas que creen encontrar en una Iglesia y por ende, en este
partido político cristianizado. Y podríamos decir que buscar apoyo espiritual
no está mal, de alguna manera todos a nuestro modo lo buscamos, sin embargo,
cuando este fervor religioso se utiliza para controlar a las masas para el
beneficio de una élite, se pierde ese objetivo altruista y se convierte simplemente
en una estrategia más para concentrar el poder en unos pocos, una estrategia
bastante convincente y de antiquísimo uso.
Porque, pensemos además, que estos poderes
religiosos podrían verse envueltos en corrupción, deshonestidad e hipocresía
como es común ver dentro de la política. Por supuesto que no podemos
generalizar, existen funcionarios honrados, pero también existen otros que
solamente buscan un beneficio propio sin importar si los medios utilizados
rayan en lo ilegal. Y es en este punto donde comenzamos a ver esos tintes de
hipocresía en los personajes de la política que nos presenta esta novela. Un
candidato/pastor dentro de toda una estructura de un partido político basado en
religión, que dirige una Iglesia y a su vez, utiliza una interpretación muy
conveniente de las escrituras para manipular a sus adeptos y consigue así, un
enorme rebaño que de manera incomprensible lo apoya.
Por supuesto, al tener normas basadas en preceptos
religiosos, los feligreses de esta comunidad deben cumplirlos a la perfección. Dentro
de estos preceptos podemos nombrar algunos como la completa sumisión de la
mujer y detrimento de sus derechos, la negación de los derechos de la comunidad
LGBTIQ+, el retroceso en materia de educación sexual y podríamos seguir enumerando.
Pero claro que los líderes políticos y religiosos de esta comunidad cumplen con
todas estas reglas para dar el ejemplo, mientras son observados. Cuando pueden
esconderse, estas reglas se vuelven mucho más laxas para la élite,
comprendiendo amantes que incluso pueden provenir de la trata de personas,
secuestros y abusos sexuales, relaciones homosexuales y una considerable
cantidad de asuntos turbios, pero “ojos que no ven, corazón que no siente”. Para
los feligreses, sus líderes son hombres santos.
Ahora, volvamos al hecho de que este es un país
democrático y pacífico, libre de ejército. Cualquiera diría que un golpe de estado
sería algo impensable en este contexto, que el resultado de un proceso electoral
se respetaría porque es la decisión del pueblo. Cualquiera diría…
Pero un catastrófico día este candidato/pastor
al verse derrotado de nuevo, decide unir fuerzas con organizaciones políticas
de otros países, con ideales similares a los suyos y que le pueden proporcionar
apoyo militar. Es aquí cuando sucede lo inimaginable, el mundo distópico del
que hablamos al principio, porque claramente el extremismo político-religioso
no se da y nunca llegaría a un país como este. ¿A quién se le ocurriría confiar
en políticos con ideales dudosos como estos? Y entonces, producto de esta
alianza se da ese golpe de estado, se levanta un muro que divide este país en
dos partes: el país original y el nuevo país que constituye la tierra prometida
para los feligreses de este partido.
Así es como de pronto tenemos el país original
con sus avances tecnológicos, la lucha social, la búsqueda por mejorar la
equidad social y la preservación del medio ambiente. Y al otro lado de un muro
que se construyó haciendo uso de esa misma tecnología, un nuevo país donde ya
la tecnología es casi inexistente, las leyes se basan en la interpretación de
la Biblia, los terrenos se confiscaron a sus dueños originales para instalar
feligreses, las personas que no pudieron huir a tiempo y no están de acuerdo
con el nuevo régimen son encarceladas en el mejor de los casos. Las mujeres no
tienen derecho alguno y no digamos ya los miembros de la comunidad sexualmente
diversa, porque formar parte de esta, es ahora un delito grave con un castigo
que podría recordarnos fácilmente los tiempos de la inquisición. No existe
comunicación con el exterior y una vez dentro de este país es prácticamente
imposible salir, sobre todo si se es mujer.
Obviamente, todo esto es en absoluto producto
de la imaginación del autor. No podríamos decir que haya obtenido inspiración
con hechos reales. No es como que en la actualidad inclusive existan gobiernos
religiosos extremistas, o que alguna vez una nación haya sido dividida por
causa de un muro. O que se vean coartados los derechos de las personas por su
género, credo, etnia o identidad y preferencias sexuales. Sin mencionar el
deterioro de los recursos naturales porque están para proveer a las personas
nada más. El ser humano no sería capaz…
Ahora, en medio de este contexto político ya
descrito, imaginemos a tres mujeres que sufren directamente las consecuencias
de esta “Gran División” territorial.
Una que fue víctima de secuestro y abuso por
parte de un líder religioso que decidió que la vida entera y el cuerpo de esta
chica pasarían a ser de su propiedad. Para cuando Valentina logra escapar de su
captor, no sabe que ahora está en la “Nueva Jericó”, la tierra prometida, este
paraíso donde ella encuentra policías y se siente inmediatamente segura, denuncia
a su captor y como resultado obtiene años de cárcel, castigos y tortura por el
delito de haber salido a la calle sin la compañía de un hombre y además, sufrió
abortos provocados por su secuestrador.
Otra mujer, Kalyna, una ucraniana que huyendo
del caos político de su región fue víctima de trata de blancas y acabó en este
país original, pero fue milagrosamente rescatada por nuestro candidato/pastor. Quien
la convierte en su amante y se enamora perdidamente de ella, de su inteligencia,
su seguridad, sensualidad y carisma. Le encanta su libertad de pensamiento, sus
ideales y opiniones. Hasta que forma este nuevo estado y se la lleva a vivir en
él con falsas promesas, sin avisarle que todas sus libertades serían nulas una
vez que cruzara el muro. Así es como Kalyna de un día para otro, fue apresada
por la Policía de la moral, que la conduce al Hospital de las mujeres, donde
será adoctrinada para convertirse en la futura nueva esposa del ahora Pastor/presidente.
En este contexto no debemos olvidar el calvario de la esposa del pastor/presidente,
quien se ve obligada a aguantar el nuevo harem de su esposo, porque necesita
decendencia y ella fue inútil para estos efectos, no fue capaz de darle hijos
varones, solamente hijas, porque es su culpa claro está.
Por otro lado, tenemos a María Paula, cuyo
esposo, Carlos, se convirtió a la religión del candidato/pastor de una manera
muy fervorosa, llegando a subir rápidamente dentro de esta organización. Así,
un día Carlos decide llevarse a sus dos hijos a este nuevo país, lejos de su
madre y sin su consentimiento. Por lo que María Paula emprende la difícil
misión de adentrarse en este nuevo país para tratar de recuperar a sus hijos.
Las vidas de estas tres mujeres se cruzan en su
cautiverio y juntas tratan de escapar de ese infierno en la tierra en donde se
vieron inesperadamente presas.
Está de más decir que esto es un breve resumen
del argumento de esta novela, que da muchísimo para reflexionar. El final es
abierto, porque siendo realistas, si esto sucediera en una sociedad, no sería algo
que se pueda arreglar de la noche a la mañana. Creer que los personajes fácilmente
podrían tener un final feliz es imposible. Más bien el resultado de su lucha es
incierto y las fuerzas militares del nuevo país amenazan con extenderse.
A pesar de que las historias de estos personajes
son amplias, la novela se narra de una manera elocuente, de corta extensión
pero con la profundidad justa para entender y empatizar con ellas.
Así pues, dejando de lado este mundo ficticio,
esta novela nos hace reflexionar mucho sobre nuestra actual sociedad. ¿Realmente
tenemos la equidad que buscamos? ¿Cuántas personas en el mundo viven todavía
bajo un régimen extremista y con derechos coartados? ¿Cuántos países a nuestro
alrededor han visto la proliferación de partidos políticos de base religiosa
con ideales dudosos? ¿Recuerdan mis lectores los procesos electorales de Costa
Rica en los últimos años? Hace un tiempo nadie hubiera imaginado que una
historia como la que narra Adolfo Quesada Chanto en esta impresionante novela
pudiese suceder. Ahora más bien, la leemos y no podemos evitar sentir ese miedo
latente de pensar si podría algo de esto hacerse realidad. Pero claro,
solamente es ficción, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Aun
así, con ciertas reservas marcamos el 15 de setiembre del 2035 esperando que
sea una fecha normal y no profética.
Sólo me queda decirles que si todavía no han
leído esta fascinante historia, háganlo. De verdad que da muchísimo para
analizar y reflexionar. Sobre todo hacer examen de conciencia y pensar qué está
haciendo cada uno de nosotros por mejorar la sociedad en la que se encuentra y
sobre todo, quienes tenemos la dicha de vivir en un país donde todavía tenemos
derechos y libertades y podemos elegir a nuestros gobernantes (aunque a veces
la oferta no sea muy grata), hagamos nuestra parte. No seamos parte del problema,
seamos parte de la solución. Y cuando haya elecciones tomemos decisiones analizadas
y no dirigidas por el fanatismo. Pensemos en buscar una mejor sociedad para
todo el mundo, no una donde la discriminación sea la base de la vida.
¿Recomendada esta novela? Por supuesto que sí. Ofrece una profunda crítica política y social. Nos brinda una
advertencia que involucra no repetir la historia, ni patrones de otras
sociedades, nos describe un posible futuro que no quisiéramos alcanzar pero que
no es del todo imposible, es una señal de alarma. Invita a pensar y nos hace
sentir. Empatizamos con algunos personajes, a otros los odiamos. Definitivamente
la capacidad del autor (orgullosamente costarricense, dicho sea de paso para
quienes no lo conocen) para transmitirnos estas sensaciones a través de unas
pocas páginas es de admirar. Y como siempre digo, un buen libro nos hace sentir
intensamente, si no sentimos nada fue tiempo perdido, pero con este definitivamente
el tiempo invertido vale totalmente la pena.
Nos
leemos,
Litza.
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