“Johnny empuñó su fusil” es una novela de
trasfondo pacifista, escrita por el estadounidense Dalton Trumbo, en la que se
plantea la problemática de las consecuencias con las que hay que lidiar luego
de una guerra. Muestra una realidad muy cruda que busca disuadir al mundo de
entrar en este tipo de conflictos.
Este libro narra la historia de Joe, un soldado
estadounidense que se enlista en el ejército durante la Primera Guerra Mundial,
para servir a su país y luchar por la libertad. Pero esta historia no tiene un
buen desenlace para Joe, la misma es narrada en realidad desde un hospital en el
cual despierta y poco a poco se da cuenta de que no puede ver, escuchar, hablar
ni moverse. Perdió la capacidad de comunicarse, conforme pasa el tiempo se
vuelve consciente de que no tiene extremidades, las cuatro le fueron amputadas,
es básicamente un torso conectado a un respirador y con alimentación parenteral,
porque también perdió casi toda su cara, lleva una máscara. Joe empieza a
tratar de contar el tiempo y a buscar una manera de comunicarse, lo cual es
sumamente difícil.
Mucho tiempo, años después inclusive, logra
comunicarse por medio de código morse, pero durante todo ese tiempo atrapado en
lo que queda de su cuerpo, aprovecha para recordar su pasado y en la narración,
hace un exhaustivo recorrido por momentos importantes de su vida, así como de
las razones por las cuales se enlistó en el ejército y es aquí, donde Trumbo
nos plantea un interesante debate. Joe afirma haber entrado en el ejército
gracias a la publicidad de ir a luchar por su país, por la libertad. ¿Pero qué
es la libertad para alguien como él? Es un muerto en vida, después de haber
tenido la ilusión de la promesa de una “libertad”, fue herido por una explosión
de obús durante la batalla y quedó postrado en una cama, donde lo único que
para su desgracia aun funciona, es su mente. Es totalmente consciente de que su
cuerpo es su cárcel, no puede ni siquiera decidir acabar con su vida porque, es
físicamente incapaz de hacerlo. Él dice que en realidad no existe ninguna buena
razón para morir de la forma en que él lo hizo, porque sí, está muerto y tristemente,
vivo a la vez.
Cuando logra establecer comunicación, pide que
lo saquen del hospital, desea salir y que la gente vea lo que puede suceder por
ir a la guerra, quiere que estar aún “vivo” sirva de propósito para crear conciencia,
sin embargo no consigue su objetivo. Es desgarradora la manera en la que el
personaje narra su situación, recuerda la vida que tuvo antes de la guera, o la
sueña. Nunca estamos seguros de si sus recuerdos son reales o idealizados por
su mente encarcelada.
En la novela se plantea también un dilema
religioso, Joe en su mente tiene “diálogos con Jesucristo”. ¿Cómo es posible
que Dios permita a alguien permanecer así como él? ¿Debe resignarse a esa
tortura hasta el final de sus días? ¿Por qué merecería un castigo semejante?
Esta novela fue publicada en setiembre de 1939,
coincidiendo con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, al
volverse popular incluso entre los soldados, se prohibió su impresión y venta
en 1941, dado que los muchachos perdían el interés por entrar al ejército luego
de esta lectura.
Si hablamos del contexto histórico de la novela,
está bastante acertado. Durante la Primera Guerra Mundial, los avances en
medicina y cirugía reconstructiva eran muy pobres si no, inexistentes. Ante
lesiones graves en extremidades era mejor amputar que tratar de salvar el
miembro. Además, la terapia antimicrobiana todavía no estaba desarrollada (la
penicilina fue descubierta hasta 1928), por lo que muchos soldados heridos
morían a causa de infecciones. Muchos hombres quedaban mutilados y deformes. Dado
que la cirugía reconstructiva no era una buena opción, quienes entraron en auge
fueron los artistas que diseñaban máscaras, lo más realistas posibles, para
cubrir las deformidades faciales que sufrían los soldados. Se dice además
(aunque no hay pruebas oficiales), que soldados mutilados, en estado vegetativo
se utilizaban para experimentos científicos, que es en última instancia la
supuesta razón por la que se mantiene con vida artificial a Joe en esta novela.
Además de los daños físicos, es a partir de la
Primera Guerra Mundial que empiezan a detectarse secuelas psicológicas en los
soldados. Se empiezan a ver los síntomas del Trastorno de estrés postraumático
como una enfermedad (varios años antes se había comenzado a estudiar pero sus
síntomas eran atribuidos a la cobardía), aunque este término se acuñó hasta
1980. En 1915 se le dio el nombre de “Shell Shock” y se describía como un
padecimiento nervioso originado por la constante exposición a los bombardeos y
explosiones de artillería.
Aunque el carácter pacifista que Dalton Trumbo
quiso darle a su obra es claro, no fue suficiente para impedir posteriores
encuentros bélicos. Lo que es una realidad es el debate filosófico que nos
plantea y que sigue vigente aún en nuestros días. ¿Vale la pena luchar por una
libertad y una vida que en realidad vamos a perder? ¿Por la vida de quién lucha
un soldado? Porque quienes los envían a la guerra a morir o peor, usualmente
están resguardados esperando un desenlace. ¿Realmente existe una razón que
justifique llegar a estas consecuencias? ¿O ese honor del que se habla por
“servir a la patria” es una cortina de humo? ¿Y qué pasa con los daños
colaterales, con tantas personas inocentes afectadas en medio de estos
conflictos?
Son preguntas que quizá tengan muchas o ninguna respuesta convincente, lo que sí es una realidad es que tanto en esos tiempos como en la actualidad, en una guerra no hay ganadores, simplemente todos perdemos.
Nos leemos,
Litza.
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